jueves, 19 de septiembre de 2013

OLOR A PLACER

Los amantes siempre tienen un olor particular, esto es tan personal como el color de ojos de una persona que puede tomar tantas combinaciones posibles como fragancias hay en el mundo. Y así lo percibimos, es ése olor natural que despide quien nos da placer. Igual, estoy convencida que sólo pueden percibirse y rastrearse como lobos ciegos de celo los amantes que dejan más que la piel en los encuentros; los que persiguen una conexión, cuando esto se consigue y quedan tan conectados que la atracción por este olor desata lo instintivo en el otro y, de vez en cuando, se nos escapa un mordiscón.

Nada como aspirar el dejo de vapores que abandona un buen amante en la cama, hay quienes conservan las sábanas intactas un tiempo para prolongar la sensación de placer que se revive todavía, seguramente las más pacatas se sonrojan con el recuerdo de alguna caricia osada y habrá también las que se relamen invocando alguna pose arriesgada.



Cuando se ama, el aroma del cuerpo del deseo es como si te abriera las puertas del hogar, uno se siente en esa casa en la que puede reposar, gozar hasta límites caprichosos, hundirse en esa profundidad y despertar renovado. Desgraciado sería quien se enamora o persigue por pura obsesión a alguien maloliente, o quizás masoquista. 

Lo peor de percibir el color olfativo del otro es que se graba en la memoria, el cuerpo cada vez que percibe esto recupera una y otra vez esas huellas sensoriales como un sello impreso para siempre en alguno de los lugares recónditos del cerebro. 

"Seguía sabiendo que ella continuaría oliendo a sí misma en su memoria, deambulando desnuda por la región nochera de susseguía sabiendo que ella continuaría oliendo a sí misma en su memoria, deambulando desnuda por la región nochera de sus sueños: que ella sería, que será, una cicatriz que a veces hace cosquillas y a veces late y a veces arde y a veces duele. Y sintió la necesidad de volver y por lo menos decir: "Nunca nada". Por lo menos decir: "Como esto, nunca nada". Y no volvió sueños: que ella sería, que será, una cicatriz que a veces hace cosquillas y a veces late y a veces arde y a veces duele. Y sintió la necesidad de volver y por lo menos decir: "Nunca nada". Por lo menos decir: "Como esto, nunca nada". Y no volvió". 

Eduardo Galeano - La Canción de Nosotros (Fragmento)

No hay comentarios:

Publicar un comentario