lunes, 22 de abril de 2013

Pulpa de tamarindo

"Cuando se toma un tamarindo con la punta de los dedos,
 se parte, se abre, se remueve la cáscara y se coloca en la
 entrepierna, y se lame, se empuja con la lengua, se saborea
 y se retira la pulpa de la pepita a mordisquitos, pedazo a
 pedacito, y se presiona contra las paredes de piel abultadas,
Gustav Klimt
 levantadas, inflamadas y rosas, un poco embarradas, y se
 promete con los ojos cerrados acariciarte el alma, venir a
 redimir lo ya vivido, llegar a sanarte, a colocarte curitas,
 decirte pegadita a los labios mordidos que “eres mi todo”,
 y prometer las mejores noches, los mejores días, y te juegan
 con los rollitos de cabello a medio crecer y te muerden la
 espalda, y te marcan de jiquis los pechos, y te estampan un
 cardenal en el cuello porque su mano se ha cerrado sobre
 la nuca, y te susurran el nombre, ése nombre mientras te
 bailan las caderas, y te danza la pelvis o se te derraman los
 jugos por todas las hendijas, y se acaba la masa, escasea la
 médula frutosa, te juran clavarte así, clavarte así, así
 siempre y te taladran el labio inferior mientras uno, dos,
 tres dedos abren tus cuencas, todas ellas, y se entremezclan
 todos los sabores agrios, más agrios, dulces, empalagosos, y
 esta mujer se estira y se ladea, juega a embestirte y se viene,
 entonces, sólo entonces se ha probado verdaderamente el
 tamarindo".

Yolanda Rivera Castillo


Ella es una intensísima corriente
un relámpago ser de lecho
una dona mórbida ola un reflujo zumbo de anestesia
una rompiente entre florescente
una voraz contráctil prensil corola entreabierta
y su rocío afrodisíoaco
y su carnalesencia
natal
letal
alveolo beodo de violo
es la sed de ella ella y sus vertientes lentas
entremuerte que estrellan y disgregan
aunque Dios sea su vientre
pero también es la crisálida de una inalada larva de la nada
una libélula de médula
una oruga lúbrica desnuda sólo nutrida de frotes
un chupochupo súcubo molusco
que gota a gota agota boca a boca
la mucho mucho gozo
la muy total sofoco
la toda shock tras shock
la íntegra colapso
es un hermoso síncope con foso
un cross de amor pantera al plexo trópico
un knock aut técnico dichoso
si no un compuesto terrestre de líbido edén infierno
el sedimento aglutinante de un precipitado de labios
el obsesivo residuo de una solución insoluble
o un mecanismo radioanímico
un terno bípedo bullente
un robot hembra electroerótico con su emisora de
delirio y espasmos lírico-dramáticos
aunque tal vez sea un espejismo
un paradigma
un eromito
una apariencia de la ausencia
una entelequia inexistente
las trenzas náyades de Ofelia
o sólo un trozo ultraporoso de realidad indubitable
una despótica materia
el paraíso hecho carne
una perdiz a la crema

Oliverio Girondo



Una de las fuentes de inspiración de Gustav Klimt eran las mujeres,
 representó muchas facetas y por eso las elegía con caracteres fuertes, agresivas y dominantes




miércoles, 10 de abril de 2013

Veía cómo esas manos planeaban en el aire, inventaba sugerencias y poses insinuadas sólo con sus gestos. Mientras ella hablaba, le desabotonaba la camisa y le bajaba las tiras del corpiño; le acomodaba el pelo y después la acomodaba en su falda. Subía de a poco su pollera y coqueteaba con sus muslos, la levantaba y ella seguía explicando el cronograma de trabajo para el próximo trimestre con su mirada penetrante y su boca de fresa que modulaba ca-da-pa-la-bra.


Se colgó de sus pechos, sintiendo cómo retumbaban sus frases y se le aceleraba el pulso, mordisqueó succionando los pezones suave y detenidamente. La tomó de las caderas y le soltó el pelo mientras ella no dejaba de mover sus manos señalando el mapa, él le corrió la bombacha sentándola sobre sus dedos; palpándola al mismo tiempo que lamía su cuello...

La sentía como una muñeca parlante que sólo reaccionaba ante sus caricias con parpadeos y se corría el pelo de la cara. De pronto, contacto visual. La mirada desde la punta del auditorio hacia su silla ubicada en el centro de la oficina lo devuelve a la realidad.

-Este sector es de vital importancia para la introducción de la nueva línea de productos en el segmento ABC1. González, ¿está prestando atención?

-Sí Lucía, la sigo atentamente. Lo único que no entendí fue el último punto de la distribución hacia la zona periférica.

Lucía resopló disimuladamente, tomó aire y reanudó la exposición.

domingo, 7 de abril de 2013

La experiencia religiosa de Doña Lucrecia

"En el fondo del  torbellino placentero que era ella, la vida, como asomando y desapareciendo en un espejo que pierde su azogue, se delineaba a ratos una carita intrusa, de 

ángel rubicundo. Su marido le había levantado el camisón y le acariciaba las 
nalgas, en un movimiento circular y metódico, mientras le besaba los pechos. 
Lo oía murmurar que la quería, susurrar tiernamente que con ella había empezado para el la verdadera vida. Dona Lucrecia lo beso en el cuello y mordisqueo sus tetillas hasta oírlo gemir; luego, lamió despacito aquellos nidos que tanto lo exaltaban y que don Rigoberto había lavado y perfumado cuidadosamente para ella antes de acostarse: las axilas. Lo oyó ronronear como un gato mimoso, retorciéndose bajo su cuerpo. Apresuradas, sus manos 
separaban las piernas de dona Lucrecia, con una suerte de exasperación. La acuclillaron sobre el, la acomodaron, la abrieron. Ella gimió, adolorida y gozosa, mientras, en un remolino confuso, divisaba una imagen de San Sebastian flechado, crucificado y empalado. Tenia la sensación de ser corneada en el centro del corazón. No se contuvo mas. Con los ojos entrecerrados, las manos detrás de la cabeza, adelantando los pechos, cabalgo sobre ese potro de amor que se mecía con ella, a su compás, rumiando palabras que apenas podía 
articular, hasta sentir que fallecía (...)".

(Elogio de la Madrastra - Mario Vargas Llosa)

sábado, 6 de abril de 2013

PEQUEÑA MUERTE

No nos da risa el amor cuando llega a lo más hondo de su viaje, a lo más alto de su vuelo: en lo más hondo, en lo más alto, nos arranca gemidos y quejidos, voces de dolor, aunque sea jubiloso dolor, lo que pensándolo bien nada tiene de raro, porque nacer es una alegría que duele.


Pequeña muerte, llaman en Francia a la culminación del abrazo, que rompiéndonos nos junta y perdiéndonos nos encuentra y acabándonos nos empieza. Pequeña muerte, la llaman; pero grande, muy grande ha de ser, si matándonos nos nace.

Eduardo Galeano -  El libro de los abrazos

El amor, esa emoción afrodisíaca

El amor es una enfermedad de las más jodidas y contagiosas. A los enfermos, cualquiera nos reconoce. Hondas ojeras delatan que jamás dormimos, despabilados noche tras noche por los abrazos, o por la ausencia de los abrazos, y padecemos fiebres devastadoras y sentimos una irresistible necesidad de decir estupideces.


 El amor se puede provocar, dejando caer un puñadito de polvo de quereme, como al descuido, en el café o en la sopa o el trago. Se puede provocar, pero no se puede impedir. No lo impide el agua bendita, ni lo impide el polvo de hostia; tampoco el diente de ajo sirve para nada. El amor es sordo al Verbo divino y al conjuro de las brujas. No hay decreto de gobierno que pueda con él, ni pócima capaz de evitarlo, aunque las vivanderas pregonen, en los mercados, infalibles brebajes con garantía y todo.

(El diagnóstico y la terapéutica - Eduardo Galeano)

                                                                                           

jueves, 4 de abril de 2013

Tomate el tiempo en desmenuzarme...


¿Quién no ha experimentado ese ligero vértigo en el cuerpo cuando escucha esta canción?  Y sí es una inspiración totalmente sexual, como la que iluminó a la banda. Como diría el propio Gustavo Cerati en una  entrevista: "Muchas de nuestras canciones  están inspiradas en la forma de vivir el sexo".


Artistas y Modelos

Yo permanecía inmóvil en mi pose, y él se me acercó para medirme con un instrumento. Sentí sus manos en mis muslos, acariciándome con mucha suavidad. Le sonreí. Permanecí en mi pose, y él me acariciaba las piernas, como si me estuviera moldeando con barro. Me besó los pies, mientras sus manos recorrían una y otra vez mis nalgas. Luego se recostó contra mis piernas y me besó. Me levantó y me tendió en el pavimento. Me apretaba contra él, me acariciaba la espalda, los hombros y el cuello. Yo temblaba un poco. Sus manos eran suaves y flexibles. Me tocaba como tocaba la estatuilla, con largas caricias, de arriba abajo.

Nos dirigimos al diván y allí me tendió boca abajo. Se despojó de su ropa y cayó sobre mí. Sentí su pene contra mis nalgas. Deslizó las manos en torno a mi cintura, y me levantó un poco para poder penetrarme. Me atraía  hacia él rítmicamente. Cerré los ojos para sentirlo mejor y para escuchar el sonido del pene que se deslizaba dentro de la humedad. Empujaba con tal violencia que produjo unos ruiditos que me llenaron de gozo.

Sus dedos se clavaban en mi carne. Sus afiladas uñas me hacían daño. Me excitó tanto con sus arremetidas, que se me abrió la boca y me encontré mordiendo la tapicería del sofá...

(Fragmento de cuento Artistas y Modelos, Delta de Venus - Anais Nin)

Histeria, La historia del deseo

Nunca entendí la fascinación que despiertan las películas basadas en hechos reales, pero reconozco que caí en esta tentación cuando escuché que en el 2011 se había estrenado un film que cuenta la historia del accidental descubrimiento del consolador por parte del Dr. Joseph Mortimer Granville.

Lo que me llamó más la atención de este film, que ilustra sin mucha precisión histórica el accidental descubrimiento que revolucionaría para siempre la vida sexual de las mujeres, plantea el tema de la histeria dentro de uno de los capítulos de la ciencia que tuvo lugar en el siglo XIX y de aquellos años de revolución científica en los que se desconocía en gran medida la anatomía, la psiquis y las particularidades propias de la biología femenina.

 No es casual que la dirección de esta película recaiga     en una mujer, Tanya Wexler, y esto explica por sí  mismo la sensibilidad hacia el tema del lugar de la mujer dentro de la sociedad victoriana, relegada al ámbito privado y doméstico con pocas posibilidades de acceder a educación universitaria. Un entorno en el que el deseo de la mujer y la voluntad sobre su cuerpo dependía de la voluntad de su marido, cuando la familia no era la encargada de cuidar y velar por el honor de sus hijas.

En 1880, el tratamiento de la histeria consistía en un "masaje de la vulva" o lisa y llanamente masturbación de las pacientes que fue el método introducido por Pieter Van Foreest en el siglo XVI. La histeria era causada por "un útero hiperactivo", cuyos síntomas se manifestaban como ninfomanía, angustia, frigidez, melancolía, falta de apetito, irritabilidad, insomnio, entre otros.

La mentalidad de los médicos afirmaba con todo el peso de la ciencia que el órgano femenino no podía experimentar placer sin la penetración del órgano femenino, por lo que la masturbación de las pacientes desataba los ataques de histeria devenidos en paroxismo que no otra cosa que la expresión orgásmica de las pacientes.

Sostiene Maud Mannoni en su libro "Ellas no saben lo que dicen: Virginia Wolf y la femineidad": "El siglo XIX consagra a la mujer a la función reproductora. Nada tiene de extraño que la "enfermedad" femenina del siglo sea la histeria, una manera utilizada por el cuerpo para "rechazar" el encierro social al que está condenada la mujer".

El término médico también tuvo sus connotaciones ideológicas, era tal la confusión y la falta de comprensión sobre todo lo relacionado a lo femenino que cualquier comportamiento un opinión contraria a la moral puritana era calificada como histérica y sin detectar la insatisfacción personal y sexual de las pacientes. Finalmente, el diagnóstico de la histeria dejó de hacerse en 1952.

martes, 2 de abril de 2013

Y como se nos condenaba a centrarnos exclusivamente en la realidad, tuvimos una explosión de sensualidad y poesía...

"Los homosexuales escribían como si fueran mujeres, los tímidos hablaban de orgías, y las frígidas de frenéticas hazañas. Los más poéticos se permitían tratar de auténtica bestialidad, y los más puros, de perversiones. Estábamos obsesionados por los maravillosos relatos que no podíamos contar (...)".

Anaïs Nin - Delta de Venus (1941)

Voyeurismo en primera fila

Tres joyitas del cine en el que el sexo se convierte en el común denominador de estas historias, algunas con más poesía y literatura, pero en las que los protagonistas le imprimen lo distintivo de la experiencia. 

Diario de una ninfómana (2008
basada en la novela autobiográfica de Valérie Tasso)


Director: Christian Molina
Sinopsis: Belén Fabra interpreta a Val, una mujer de 28 años, atractiva con estudios universitarios y una situación económica acomodada. Su característica principal es su gran curiosidad sexual, que la convierte en una mujer liberada que busca constantemente nuevas experiencias que sacien esta adicción. Lo que la lleva a acostarse con quien quiere y cuando quiere, este hecho tendrá sus aspectos positivos y negativos, ya que tras todas estas experiencias Val convierte el sexo en su forma de vida, se trata de una droga para ella, a través de la cual encontrará un tortuoso amor y llegará a ejercer la prostitución, en ambos casos sufriendo situaciones extremas que la harán sufrir y replantearse su vida.

El Amante (
basada en la novela semi-autobiográfica de Marguerite Duras)
Director: Producida por Claude Berri y dirigida por Jean-Jacques Annaud



El amante es una película dramática franco-británica-vietnamita, estrenada en 1991. La película muestra un amor ilícito en la Indochina francesa durante 1929, entre una adolescente francesa y un rico hombre chino. Un encuentro inesperado en el Río Mekong y la tensión sexual irá cresciendo desde ese momento hasta el inevitable affaire, en el que pronto la diferencia de clases y los códigos sociales se irán interponiendo. Erotismo en todo su esplendor.




El Imperio de los Sentidos (Basada en una historia real de una obsesión sexual)

Director: Nagisa Ōshima

Sinopsis: El imperio de los sentidos es una película franco-japonesa de 1976 que narra, de manera sexualmente explícita, un hecho ocurrido en la realidad en Japón, en la década de 1930. Una pareja de amantes vive una historia de amor llevada hasta límites inimaginables. La pasión se ha adueñado de ellos. El sexo ha pasado a ser lo único importante de sus vidas. Las ansias de la mujer por poseer a su hombre parecen inagotables y crecen cada día más hasta llegar a confundir el placer con el dolor.


lunes, 1 de abril de 2013

Bajo el mantel, las rodillas se rozan por azar y ese contacto, casi imperceptible, los golpea como una corriente poderosa; una llamarada iracunda sube por los muslos y enciende los vientres. Nada cambia en sus posturas, pero el deseo es tan intenso, que puede verse, palparse, como una niebla caliente borrando los contornos del mundo circundante.

Sólo ellos existen.
El mesonero se acerca para escanciar más vino, pero no lo ven. Tiemblan. Ella levanta el tenedor, abre los labios y desde el otro lado de la mesa él adivina el sabor de su saliva y la tibieza de su aliento, siente la lengua de ella moviéndose en su propia boca como un molusco sofocante y terrible. Se le escapa un gemido que, de inmediato, disimula tosiendo con discreción y llevándose la servilleta a la cara.

Ella tiene la vista fija en la última ostra del plato de su compañero, una vulva hinchada, palpitante, indecente, mojada de leche oceánica, síntesis de su propio desvarío. Nada revela la turbación de ambos. En silencio cumplen con decoro, paso a paso, los ritos precisos de la etiqueta; pero no oyen las notas del pianista animando la noche desde un rincón del salón palaciego, los aturde el estrepitoso huracán del deseo en sus pechos.

Fuerzas primitivas se han desencadenado: tambores y jadeos de guerra, un soplo de selva, de humus, de nardos podridos insinuándose a través del aroma delicado de la comida y el perfume femenino; imágenes de carne desnuda, de abrazos crueles, de lanzas inflamadas y flores carnívoras. Sin tocarse, el hombre y la mujer perciben el olor y el calor del otro, las formas secretas de sus cuerpos en el acto de la entrega y del placer, las texturas de la piel y el cabello aún desconocidas; imaginan caricias nuevas, jamás antes experimentadas por nadie, caricias íntimas y atrevidas que inventarán sólo para ellos. (Fragmento de Afrodita - Isabel Allende)

El cuerpo femenino del deseo no tiene límites...

Andy Warhol - Diamond Dust Shoes 1980

"La sexualidad del ser humano es función de los efectos de lenguaje antes que del encuentro de los cuerpos". (Virginia Wolf - Entre Actos). ¿Será por eso que la sexualidad femenina se vive con mayor intensidad, mientras que la de los hombres no alcanza a despegarse de su parte instintiva y animal?

EL CÍCLOPE

Toco tu boca, con un dedo toco el borde de tu boca, voy dibujándola como si saliera de mi mano, como si por primera vez tu boca se entreabriera, y me basta cerrar los ojos para deshacerlo todo y recomenzar, hago nacer cada vez la boca que deseo, la boca que mi mano elige y te dibuja en la cara, una boca elegida entre todas, con soberana libertad elegida por mí para dibujarla con mi mano en tu cara, y que por un azar que no busco comprender coincide exactamente con tu boca que sonríe por debajo de la que mi mano te dibuja.

Me miras, de cerca me miras, cada vez más de cerca y entonces jugamos al cíclope, nos miramos cada vez más de cerca y los ojos se agrandan, se acercan entre sí, se superponen y los cíclopes se miran, respirando confundidos, las bocas se encuentran y luchan tibiamente, mordiéndose con los labios, apoyando apenas la lengua en los dientes, jugando en sus recintos donde un aire pesado va y viene con un perfume viejo y un silencio. Entonces mis manos buscan hundirse en tu pelo mientras nos besamos como si tuviéramos la boca llena de flores o de peces, de movimientos vivos, de fragancia oscura.

Y si nos mordemos el dolor es dulce, y si nos ahogamos en un terrible absorber simultáneo del aliento, esa instantánea muerte es bella. Y hay una sola saliva y un sólo sabor a fruta madura, y yo te siento temblar contra mí como una luna en el agua. (page 53- RAYUELA- Julio Cortázar). 

Las mujeres buenas van al cielo
... Las rebeldesdonde ellas quieran. Vayan consiguiéndose una buena defensa para tomarse todas las licencias. ¡Lo dice Fiona Apple!!

De las extrañas maneras de tocar el cielo 2



Una noche le clavó los dientes, le mordió el hombro hasta sacarle sangre porque él se dejaba ir de lado, un poco perdido ya, y hubo un confuso pacto sin palabras, Oliveira sintió como si la Maga esperara de él la muerte, algo en ella que no era su yo despierto, una oscura forma reclamando una aniquilación, la lenta cuchillada boca arriba que rompe las estrellas de la noche y devuelve el espacio a las preguntas y a los terrores.

Sólo esa vez, excentrado como un matador mítico para quien matar es devolver el toro al mar y el mar al cielo, vejó a la Maga en la larga noche de la que poco hablaron luego, la hizo Pasifae, la dobló y la usó como un adolescente, la conoció y le exigió las servidumbres de la más triste puta, la magnificó a constelación, la tuvo entre los brazos oliendo a sangre, le hizo beber el semen que corre por la boca como el desafío al Logos, le chupó la sombra del vientre y de la grupa y se la alzó hasta la cara para untarla de sí misma en esa última operación de conocimiento que sólo el hombre puede dar a la mujer, la exasperó con piel y pelo y baba y quejas, la vació hasta lo último de su fuerza magnífica, la tiró contra una almohada y una sábana y la sintió llorar de felicidad contra su cara que un nuevo cigarrillo devolvía a la noche del cuarto y del hotel. 
(pÁG. 47 - RAYUELA - Julio Cortázar). 

Rayuela, o de las extrañas maneras de tocar el cielo 1


A Oliveira le gustaba hacer el amor con la Maga porque nada podía ser más importante para ella y al mismo tiempo, de una manera difícilmente comprensible, estaba como por debajo de su placer, se alcanzaba en él un momento y por eso se adhería desesperadamente y lo prolongaba, era como un despertarse y conocer su verdadero nombre y después recaía en una zona siempre  un poco crepuscular que encantaba a Oliveira temeroso de perfecciones, pero la Maga sufría de verdad cuando regresaba a sus recuerdos y a todo lo que oscuramente necesitaba pensar y no podía pensar, entonces había que besarla profundamente incitarla a nuevos juegos, y la otra, la reconciliada crecía debajo de él y lo arrebataba, se daba entonces como una bestia frenética, los ojos perdidos y las manos torcidas hacia adentro, mítica y atroz como una estatua rodando por una montaña, arrancando el tiempo con las uñas, entre hipos y un ronquido quejumbroso que duraba interminablemente...
 (pÁG. 47 - RAYUELA - Julio Cortázar).