domingo, 15 de septiembre de 2013

Como una idiota

Hablar del amor es expresar aquello que nos moviliza el cuerpo entero más allá de la expresión literal, del miedo que nos despierta esta sensación que no puede dominarse.

Cuando me llega el amor, tal vez por andar por la vida con tanta intensidad, siento estar ante algo inmenso que me paraliza, me vuelve pequeña, me deja sin palabras, me deja como ante lo indefendible sin argumentos.

Y es por eso que me identifico con este cuento de Ángeles Mastretta, "De Mujeres de Ojos grandes" (página 100). Ni tan iluminada ni tan estrellada en los dotes de la inteligencia, caigo como cualquier ser mortal y me reconozco vencida ante los misterios de Afrodita.

"La tía Daniela se enamoró como se enamoran siempre las mujeres inteligentes: como una idiota. Lo había visto llegar una mañana, caminando con los hombros erguidos sobre un paso sereno y había pensado: "Este hombre se cree Dios". Pero al rato de oírlo decir historias sobre mundos desconocidos y pasiones extrañas, se enamoró de él y de sus brazos como si desde niña no hablara latín, no supiera lógica, ni hubiera sorprendido a media ciudad copiando los juegos de Góngora y Sor Juana como quien responde a una canción en el recreo.

Era tan sabia que ningún hombre quería meterse con ella, por más que tuviera los ojos de miel y una boca brillante, por más que su cuerpo acariciara la imaginación despertando las ganas de mirarlo desnudo, por más que fuera hermosa como la virgen del Rosario. Daba temor quererla porque algo había en su inteligencia que sugería siempre un desprecio por el sexo opuesto y sus confusiones.

Pero aquel hombre que no sabía nada de ella y sus libros, se le acercó como a cualquiera. Entonces la tía Daniela lo dotó de una inteligencia deslumbrante, una virtud de ángel y un talento de artista. Su cabeza lo miró de tantos modos que en doce días creyó conocer a cien hombres (...)".

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