martes, 25 de febrero de 2014

Una mujer que ellaba mucho

"Decir que esa mujer era dos mujeres es decir poquito, debía tener unas 12397 mujeres en su mujer. Era difícil saber con quién trataba uno en ese pueblo de mujeres. 

Ejemplo: Yacíamos en un lecho de amor, ella era un alba de algas fosforescentes cuando la fui a abrazar, se convirtió en Singapur lleno de perros que aullaban. (...) 

a veces
esa mujer era la banda municipal de mi pueblo  
tocaba dulces valses hasta que el trombón empezaba a desafinar
y los demás desafinaban con él 
esa mujer tenía la memoria desafinada 

usté podía amarla hasta el delirio 
hacerle crecer días del sexo tembloroso 
hacerla volar como pajarito de sábana 
al día siguiente se despertaba hablando de malevich 

la memoria le andaba como un reloj con rabia 
a las tres de la tarde se acordaba del mulo que le pateó la infancia una noche del ser 
                                                                                                                   ellaba mucho esa mujer y 
la devoraron todos los fantasmas que pudo alimentar con sus miles de mujeres 
y era una banda municipal desafinada 
yéndose por las sombras de la placita de mi pueblo 

yo  compañeros,  una noche como ésta que nos empapan los rostros
que a lo mejor morimos 

monté en el camellito que esperaba en sus ojos y me fui de las costas tibias de esa mujer 

callado como un niño bajo los gordos buitres que me comen de todo   menos el pensamiento de cuando ella se unía como un ramo de dulzura y lo tiraba en la tarde". 

JUAN GELMAN - MUJERES 

martes, 4 de febrero de 2014

SÓLO PARA MUJERES QUE ESCUCHAN, SE HACEN CARGO, ENARBOLAN, SABOREAN, REIVINDICAN SU DESEO Y RECLAMAN GENUINO DERECHO A GOCE. 

SOLTAR

Nunca hagas el amor con ganas de llorar. Cada encuentro en estado casi lacrimoso era una cirugía a corazón abierto. Vacío tras vacío, no sin antes haber protagonizado hartas escenas de boicot, una puede darse por aprendida en el arte de perder y dejar ir. Soltar.

Afortunadamente desaté de mi sombra a todos los hombres que pueda haber amarrado alguna vez, de todas las maneras posibles: tragicómicas, inesperadas como el hipo y amargas podridas como las almendras pasadas.

Una vez hice un pacto de olvido inmediato diciéndole a uno de mis amantes las razones científicas y exactas de por qué no lo elegiría como pareja; en otra ocasión hice un monólogo de todo lo que odiaba en los hombres considerando sus rasgos como al más primitivo de la jauría.

Otra postal fue el momento en que le largué al acompañante de una forma corrosiva la descripción del espectáculo diario al que asisten las mujeres en su pérdida progresiva de la belleza y de tirar abajo todo intento de aventura comentando sobre cómo los buenos amantes se cansan de sus acompañantes.

Qué mejor cosa que firmarle el telegrama de despido sin indemnización placentera al que llegó con promesas de largo noviazgo, igual de esperanzador que eternos encuentros de aburrimientos bajo la ideología de lo correcto, haciendo caso omiso de sus buenas intenciones y desalentando cada intento de seducción. Efecto totalmente contrario al esperado, por lo que la sentencia fue por mensaje de texto.

La sinceridad fue la mejor herramienta para alejar a los hombres. A cierto señor que tenía por fetiche a las mujeres de rulos y lentes, la simple descripción de lo que buscaba no pudo ser más aterradora: alguien que no tenga miedo a envejecer, que enlace desde la palabra, que quite los miedos, que ame sin detenimientos. El desvanecimiento fue instantáneo.

¿La recompensa? Un siempre satisfactorio estado de conveniente soledad para seguir jugando al libre albeldrío.


Elogio de lo irreparable


Sé involuntaria. Sé febril. Olvida
sobre la cama hasta tu propio idioma.
No pidas. No preguntes. Arrebata y exige.
Sé una perra. Sé una alimaña.
Resuella busca abrasa brama gime.
Atérrate, mete la mano en el abismo.
Remueve tu deseo como una herida fresca.
Piensa o musita o grita "¡Venganza!"
Sé una perdida, mi amor, una perdida.
En el amor no existe
lo verdadero sin lo irreparable.

                Félix Grande