sábado, 30 de noviembre de 2013

ENCUENTRO DE LUCIÉRNAGAS


Le marca el pulso del cuerpo, recorre la trayectoria de su itinerario erógeno... la inhala, la exhala. El deseo se instala, ella le enseña cómo disfrutar su piel. Le muestra cómo morder su clítoris, cómo provocar hasta el delirio su sexo y beber hasta vaciarla. Él le indica cómo sacarlo de la profundidad, llevarlo al límite en todo momento: con una mirada, que tome lugar la palabra indicada y la lengua entra en escena de un juego tántrico.  La recreación de lo físico, juegan a dejar entrar al deseo y se asoman a la pregunta, a muchas preguntas. Ambos se meten en la piel del otro, anidan por momentos en un refugio que son instantes de fuga, de encuentro.Se iluminan y se apagan como dos luciérnagas pero no alcanzan lo incandescente, algún día alcanzarán la chispa o se ahogarán en el intento y aún así juntos saben muy bien que la luz que irradian es imposible sin el otro.


lunes, 25 de noviembre de 2013

Escribir es cosa de soñador

Escribir un poco para reír y llorar por dentro, para volar, soñar pero también tirar castillos construidos en el aire; para evocar y compartir una melodía imaginaria, sentir que soy libre con este lenguaje propio cuando lo que se quiere decir no puede verbalizarse.

Escribir como acto de rebeldía, como indicio que uno pierde todos los días de su propia existencia; como transformación, alimento, vicio, conexión con el mundo, ventana hacia la introspección, apertura de sensaciones que piden salir a jugar. Escribir afiebrada, movilizada, erotizada, triste, solitaria, con felicidad, con lluvia, con esperanzas...
Escribir es un acto transformador, cuando deposito estas líneas hay una especie de reinvención constante, de salir de uno mismo para comulgar con algo superior y tan grande que sólo puede asirse con palabras.
Escribir es cosa de soñadores...

viernes, 22 de noviembre de 2013

El encanto de las sirenas

Las sirenas existen, son mujeres de carne y hueso que alborotan la existencia de los hombres sensibles afectos a la tibieza del cuerpo, a los pezones erguidos con frescura de césped recién cortado, muslos cálidos y aliento a sexo. Las mujeres bellas de este mundo emanan sabiduría universal, como si nacieran conociendo que poseen un poder que trasciende todos los tiempos. Copulan con la seguridad de que amarran trastos a su alrededor, casi como las águilas, de costado y mirando de reojo.

Y es que la belleza en su estados puro, es eterno. Y los hombres, generalmente todos por naturaleza sensibles a este sortilegio, ensalzan a sus musas con odas y obsesiones que les dura toda la vida. Muy pocas veces, el hechizo se rompe. No hay persona que haya vivido demasiado como para no recordar un rostro bello.

Quienes aman a sus sirenas se consuelan pensando que la belleza que ellos admiran tiene fecha de vencimiento. Días tras días recuperan una extraña calma parecida al periodo de quietud que antecede a la tormenta, convenciéndose que ellas pierden 24 horas de luz. Imaginan a estas mujeres segundo tras segundo transcurrido en una batalla perdida a la ley de la gravedad, más duermen tranquilos imaginando que serán ancianas cuya decrepitud progresiva será desesperante.

Lo peor de estos casos es la anestesia, tanto persiguen esos seres la iluminación de sus ninfas hasta el punto de buscarlas en otros cuerpos, de ser posible una vida entera, que dejan pasar amores increíbles, historias que marcarían sus rumbos, placeres que les proporcionaría longevidad. Pero no, no despiertan nunca del hechizo y se pasan persiguiendo e imaginando decaer a sus amores imposibles... Ellas, en cambio, mueren como todas las mujeres...con la gloria de haber sido bellas pero con la misma existencia finita que posee la más fea.

El poeta Jorge Allen del Barrio de Flores de las Crónicas del Ángel de Alejandro Dolina agrega más referencias al respecto:  "Nadie puede negar el poder diabólico de la belleza. Se trata en realidad de una fuerza mucho más irresistible que la del dinero o la prepotencia. Cualquiera puede despreciar a quien lo sojuzga mediante el soborno o el temor. Por el contrario, uno no tiene más remedio que amar a quien le impone humillaciones en virtud de su encanto. Y ésta es una trágica paradoja".

domingo, 10 de noviembre de 2013

La mujer que no sabía volar

Le dijo de todas las maneras posibles que era un ser invisible, que no podría hacerse cargo de su vida, que era una chica llena de lugares comunes: una más del montón. No le dio mucha rienda suelta para inventar, para sentirse a gusto para conversar, tanta candileja que cargaba la hacía sentir que le quedaba pequeña. Él se encargo de transmitirle la inseguridad de nunca estar a su altura, de retacearle su mundo y de no mostrar interés por alguien a quien veía gris y llena de miedo.

Un día le dijo, "no podemos vernos más" porque no le perdonaba que no pudiera volar.

Para ella, fue un dolor liberador...se llenó de colores metálicos, y cuando comenzó a reír de nuevo pasadas las nueve lunas de llanto, se le crecieron amapolas en el cuello como hidratadas por un dulce rocío.

Cuando caminaba sintió que la tierra se le abría debajo de sus pies y que se volvía todo endeble, maleable cada vez que se afirmaba ante la vida. Cada vez que deseaba, se le encendían los ojos y no hacia falta un objetivo ante su mirada porque el mundo se convirtió en un lugar lleno de objetos apetecibles, de historias irresistibles que estaban allí para ser descubiertas. Y se fue a contarlas, a protagonizarlas hasta que un día le crecieron alas propias y voló...