jueves, 4 de abril de 2013

Histeria, La historia del deseo

Nunca entendí la fascinación que despiertan las películas basadas en hechos reales, pero reconozco que caí en esta tentación cuando escuché que en el 2011 se había estrenado un film que cuenta la historia del accidental descubrimiento del consolador por parte del Dr. Joseph Mortimer Granville.

Lo que me llamó más la atención de este film, que ilustra sin mucha precisión histórica el accidental descubrimiento que revolucionaría para siempre la vida sexual de las mujeres, plantea el tema de la histeria dentro de uno de los capítulos de la ciencia que tuvo lugar en el siglo XIX y de aquellos años de revolución científica en los que se desconocía en gran medida la anatomía, la psiquis y las particularidades propias de la biología femenina.

 No es casual que la dirección de esta película recaiga     en una mujer, Tanya Wexler, y esto explica por sí  mismo la sensibilidad hacia el tema del lugar de la mujer dentro de la sociedad victoriana, relegada al ámbito privado y doméstico con pocas posibilidades de acceder a educación universitaria. Un entorno en el que el deseo de la mujer y la voluntad sobre su cuerpo dependía de la voluntad de su marido, cuando la familia no era la encargada de cuidar y velar por el honor de sus hijas.

En 1880, el tratamiento de la histeria consistía en un "masaje de la vulva" o lisa y llanamente masturbación de las pacientes que fue el método introducido por Pieter Van Foreest en el siglo XVI. La histeria era causada por "un útero hiperactivo", cuyos síntomas se manifestaban como ninfomanía, angustia, frigidez, melancolía, falta de apetito, irritabilidad, insomnio, entre otros.

La mentalidad de los médicos afirmaba con todo el peso de la ciencia que el órgano femenino no podía experimentar placer sin la penetración del órgano femenino, por lo que la masturbación de las pacientes desataba los ataques de histeria devenidos en paroxismo que no otra cosa que la expresión orgásmica de las pacientes.

Sostiene Maud Mannoni en su libro "Ellas no saben lo que dicen: Virginia Wolf y la femineidad": "El siglo XIX consagra a la mujer a la función reproductora. Nada tiene de extraño que la "enfermedad" femenina del siglo sea la histeria, una manera utilizada por el cuerpo para "rechazar" el encierro social al que está condenada la mujer".

El término médico también tuvo sus connotaciones ideológicas, era tal la confusión y la falta de comprensión sobre todo lo relacionado a lo femenino que cualquier comportamiento un opinión contraria a la moral puritana era calificada como histérica y sin detectar la insatisfacción personal y sexual de las pacientes. Finalmente, el diagnóstico de la histeria dejó de hacerse en 1952.

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